Los glaciares y el riesgo de desastre: Una visión regional para un desafÃo global

Los ecosistemas de alta montaña desempeñan un papel crucial en la estabilidad ambiental global, pero enfrentan transformaciones aceleradas debido al calentamiento global, la deforestación y el impacto de otras actividades humanas. En América Latina, los glaciares andinos perdieron más del 35% de su superficie entre 1990 y 2020 (Dussaillant et al., 2019; Masiokas et al., 2020). Ese retrocesoincrementa la vulnerabilidad ante eventos de alto poder destructivo, como desbordes de lagunas glaciares (GLOF, por sus siglas en inglés), avalanchas y deslizamientos. En Perú, por ejemplo, el Inventario Nacional de Glaciares 2023 reporta una reducción del 53% en la cobertura glaciar desde 1962 (INAIGEM, 2023), lo que aumenta el riesgo de desastre, afecta la regulación hÃdrica y, en corto plazo, compromete la seguridad de más de diez millones de personas en cuencas dependientes. Este fenómeno no solo afecta la biodiversidad y la estabilidad de los suelos, sino que también reconfigura los desafÃos de desarrollo para las comunidades que dependen de estos servicios ecosistémicos, desde el acceso al agua potable hasta la agricultura de subsistencia.
La potencial ocurrencia de los desbordes de lagunas glaciares supone un peligro que crece de manera sostenida como producto de una combinación de drásticos cambios en el volumen de las lagunas y su estabilidad circundante, y la ocupación de áreas que, ante un posible desborde, podrÃan verse afectadas severamente. Un GLOF es una inundación repentina y de gran magnitud causada por la liberación súbita de agua almacenada en un lago glaciar; estos lagos se forman por el derretimiento de glaciares y suelen estar contenidos por barreras naturales de materiales suelos (morrenas glaciares o antiguos deslizamientos) o hielo (Ives, Shrestha, & Mool, 2010). Las causas más comunes de estas liberaciones incluyen el desbordamiento del lago, la erosión interna de la presa, impactos de avalanchas, actividad sÃsmica o incluso fenómenos volcánicos (Arrilucea, 2023). Estos eventos pueden liberar millones de metros cúbicos de agua y escombros en minutos, viajando a velocidades que pueden superar los diez metros por segundo y alcanzando áreas situadas a cientos de kilómetros aguas abajo (Fundación Glaciares Chilenos, 2020). La combinación de agua, sedimentos y material rocoso hace que estas avalanchas sean particularmente destructivas, erosionando valles, alterando cursos de rÃos y destruyendo infraestructuras crÃticas como puentes y carreteras (Arrilucea, 2023).
El retroceso glaciar trasciende las fronteras y es una problemática planetaria que requiere soluciones innovadoras y coordinadas. Estos ecosistemas montañosos aportan hasta el 60% del agua dulce mundial (UNEP, 2021) y son clave para la captura de carbono, pero su degradación compromete estos beneficios esenciales. En este contexto, 2025 ha sido declarado por la ONU como el Año Internacional para la Conservación de los Glaciares. Este reconocimiento ofrece una plataforma para impulsar estrategias que combinen la gestión de riesgos de diversa Ãndole con el desarrollo sostenible. Soluciones como la restauración de vegetación nativa y la gestión integrada de cuencas pueden reducir la erosión entre un 20 y un 30% (FAO, 2020), estabilizando suelos y mitigando amenazas.
Una región en riesgo: los Andes como epicentro
En los Andes, la exposición a estos cambios es particularmente crÃtica: el 70% de las comunidades rurales depende de estos ecosistemas para agua y agricultura (World Bank, 2022). La combinación de retroceso glaciar y eventos extremos ha triplicado la frecuencia de GLOF en las últimas décadas (Carey et al., 2012), afectando infraestructura y medios de vida. Los Andes concentran el 60% de los glaciares tropicales del mundo, que retroceden aceleradamente, incrementando el número de lagos glaciares inestables. Esta problemática se agrava por la alta densidad poblacional en zonas de riesgo. Se estima que 1,2 millones de personas en los Andes peruanos viven en áreas directamente expuestas a GLOF, con más de 120.000 concentradas en la Cordillera Blanca. La urbanización descontrolada incrementa el daño potencial de un nuevo GLOF. En Huaraz, la población se ha multiplicado desde 1941, aumentando la vulnerabilidad ante estos eventos. Este es un ejemplo de procesos que, lenta pero constantemente siguen evolucionando en los paÃses que comparten la cordillera.
De la gestión de la crisis a la construcción de resiliencia.
Se puede construir resiliencia mediante una gestión integral del riesgo. Inversiones en infraestructura verde, como represas naturales, y tecnologÃas de monitoreo satelital pueden reducir las pérdidas económicas en un 15% anual (Ä¢¹½´«Ã½, 2023), al tiempo que generan empleo y fortalecen la seguridad alimentaria. En Perú, por ejemplo, proyectos piloto de monitoreo glaciar han permitido a comunidades anticiparse a eventos extremos, salvando vidas y cultivos. Estas iniciativas demuestran que la acción proactiva no solo mitiga riesgos, sino que también impulsa el crecimiento inclusivo y la resiliencia.
Igualmente, los esfuerzos de reorganización y planificación del territorio y de inversiones necesarias para reducir los niveles de riesgo inminente en algunas regiones puede ser una oportunidad para incrementar la eficiencia de sistemas urbanos y productivos, asà como mejorar la integración de paisajes productivos dentro de un enfoque de sostenibilidad. Considerando los déficits de inversión y de atracción de inversión de estos territorios, en la atención del peligro de la ocurrencia de GLOF puede también fortalecerse la capacidad de adaptación y la prosperidad de centenares de comunidades que habitan por encima de los 3.500 metros sobre el nivel del mar a lo largo de los Andes.
Implicaciones para el desarrollo sostenible
La degradación de estos ecosistemas tiene un impacto directo en los medios de vida de la población vulnerable y se requiere un enfoque que atienda sus necesidades de forma prioritaria. En Bolivia y Perú, la disminución de glaciares amenaza el riego para el 40% de la producción agrÃcola andina (Mark et al., 2017), mientras que los costos asociados a desastres consumen hasta el 2% del PIB regional cada año (ECLAC, 2021). Ignorar el problema, o abordarlo sin conocerlo en profundidad podrÃa exacerbar desigualdades, desplazando a poblaciones vulnerables y perpetuando ciclos de pobreza. Sin embargo, la cooperación regional y el financiamiento climático ofrecen alternativas: desde 2018, el Fondo Verde para el Clima ha destinado US$100 millones a proyectos de adaptación en alta montaña en América Latina (GCF, 2023), apoyando innovaciones que fortalecen la resiliencia local.
Una perspectiva global
El problema no se limita a los Andes. En el Himalaya, los glaciares han perdido un 8% de su masa entre 1975 y 2016 (WMO, 2022), amenazando a millones de personas en Asia. Sistemas de alerta temprana en los Alpes, por su parte, han reducido las vÃctimas en un 25% desde 2000 (WMO, 2022), mostrando el valor de la innovación tecnológica. Estos ejemplos refuerzan la necesidad de un enfoque global que traslade lecciones entre regiones. Abordar esta crisis exige un enfoque multisectorial que integre soluciones basadas en la naturaleza con avances tecnológicos. Desde el BID se impulsan herramientas financieras y técnicas para conservar glaciares, reducir el riesgo y fomentar el desarrollo sostenible, sobre la base de la innovación y la cogeneración de conocimientos entre amplios foros de actores públicos y privados. En los próximos meses estaremos compartiendo ejemplos sobre cómo la integración entre las comunidades de ciencia, polÃtica y práctica de gestión del riesgo de desastre, acción climática y otras áreas de la agenda de desarrollo están dando saltos con significativo potencial de impacto y replicabilidad a nivel global.
Una morrena es una acumulación de sedimentos transportados por un , normalmente una mezcla heterogénea de bloques, cantos y arena